La coadicción: el impacto psicosocial de la adicción en la familia

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La mayoría de las adicciones empiezan a desarrollarse en la adolescencia, etapa crítica en la que la familia juega un papel indispensable en el proceso de desarrollo de cada individuo, pues se encarga de hacer de soporte. En esta etapa es cuando se produce la consolidación de la identidad; concretamente el autoconcepto y las expectativas que tienen para su vida social. Cuando el entorno familiar se desequilibra por algún motivo como puede ser la adicción, las funciones que se desarrollan en la familia se desestabilizan con repercusiones para cualquiera de sus integrantes no solo para el adicto.

Aparecen síntomas tales como la depresión, ansiedad, culpa, resentimiento, remordimiento, vergüenza, baja autoestima, dificultad para establecer relaciones y agresividad, entre otras. Por todo ello, la familia que convive con la persona adicta necesita la atención e intervención profesional que permita ayudar en el proceso de recuperación y favorecer el equilibrio e integración familiar.

¿Qué es la coadicción?

La coadicción o codependencia se ve fuertemente marcada en todas las familias de los pacientes adictos, en ocasiones es fácilmente perceptible y en otras es encubierta; no obstante, sea cual sea su forma, detrás de un adicto siempre habrá un coadicto.

Es así como esta enfermedad, afecta en una forma marcada a los familiares directos del adicto, ya que provoca esta patología paralela a la del adicto, tan dolorosa y nociva como la de este. Afecta a la calidad de vida, produce sentimientos de culpa y resentimientos en los familiares, que a su vez ocasiona trastornos depresivos que menoscaban progresivamente su salud, convirtiendo así la convivencia con el adicto en un ciclo vicioso.

Puesto que el entorno familiar constituye el contexto social más importante donde un proceso de enfermedad se genera y se resuelve, las actitudes y las acciones de las familias influyen en el proceso de recuperación de la enfermedad, representando un factor facilitador o limitante en el proceso, en el caso de una persona adicta a sustancias es de gran importancia tener un ambiente saludable, equilibrado y estable.

Por tanto, es un ciclo de patrones de conducta, y pensamientos disfuncionales, que producen dolor, y que se repiten de manera compulsiva, como respuesta a una relación enferma y tóxica con el adicto. Es una condición psicológica, en la cual alguien manifiesta una excesiva y probablemente inapropiada preocupación por las dificultades de alguien para sobrevivir en un ambiente de gran tensión y pena emocional.

Por lo menos hay un miembro que establece una relación más estrecha con el adicto, siendo éste el que tiende a asumir una actitud de ayuda y protección marcada, que le genera ansiedad y angustia, y, por lo tanto, no sólo no favorece la recuperación del adicto, sino que incluso facilita el desarrollo de la adicción.

Asimismo, es quien está más ligado afectivamente a la persona que consume, que suele ser mujer, ya que la naturaleza femenina, su rol materno, así como que el perfil adicto es mayoritariamente masculino, hacen que su relación con el adicto sea diferente, por lo que se torna más flexible y protectora.

El codependiente está total o casi totalmente centrado en una persona, así no hace frente a sus propios sentimientos o no se permite sentir ciertas cosas y en su empeño por acompañar, deja de responsabilizarse de sí mismo, empieza a asumir responsabilidades ajenas y a actuar por los demás, para que estén bien, a tal punto que llega a excluirse de su círculo y entra en una dinámica insostenible para ser existencialmente. Pero, por otro lado, cuando la otra persona no responde como esperaba, se frustra, se deprime e intenta controlar aún más.

A la vez, al no asumir ciertas situaciones y al ser consciente de su aislamiento, empieza a dirigir sus acciones en la culpa que aparece por alienación (se siente culpable por lo que está haciendo el adicto) y por neurosis (comienza a hacerse obsesivo) y todo ello degenera también en arrepentimiento (por lo que se hace) o por remordimiento (por lo que se dejó de hacer), ya que en su juego de responsabilidad como coadicta deja de ocuparse de su dimensión femenina, de amiga, de compañera y, en general, de su persona.

El codependiente, con su constante ayuda hacia el adicto, intenta resolver sus problemas, controlarle intentando protegerle e indirectamente manipularle. Desea conseguir así que éste sienta la necesidad de su presencia y cree que así él nunca lo va abandonar ya que sienten un miedo atroz a la ruptura de la relación, les genera angustia y sufrimiento la separación (real u ideal) de la persona con adicción. Es por ello, que en la relación que establece con el adicto siente la incapacidad de poner límites y le perdona todo.

La autoimagen que reflejan de sí mismos es negativa, ya que su autoconcepto depende en gran medida de los éxitos o fracasos del adicto y de la aprobación externa. Es característico que tengan una baja auto-estima, que intentan elevar resolviendo los problemas y aliviando el dolor de los demás, sobretodo del adicto.

El sentimiento de indefensión, la incapacidad de “escapar” de esa realidad y la culpabilidad son constantes en esta patología que termina provocando un malestar clínicamente significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de la actividad del individuo.

Los sentimientos que desarrollan las familias del adicto se asemejan a las cinco etapas del duelo que describe Kübler-Ross: negación y aislamiento (no aceptan o no quieren ver el problema existente) , ira (rabia y frustración por no saber cómo manejar la situación) , pacto (intentan realizar constantemente negociaciones con el adicto para que deje de consumir), depresión (que se ve aún empeorado por el estigma social y la discriminación que aún hay hoy en día hacia la persona adicta) y por último se debe llegar a la fase de aceptación (deberán redirigir sus emociones y será cuando empiecen verdaderamente a sanar).

Sara Varela Moreno

Enfermera experta en adicciones

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