La psicóloga italiana Piera Piatti recogió su propia experiencia y la de otros muchos familiares de adictos en una serie de consejos, algunos de los cuales os resumimos a continuación.
Tenemos un concepto de amor a menudo equivocado. Creemos que amar es soportar sin límites, sacrificarnos, no importarnos perder para que los demás ganen comodidad, calidad de vida, etc. Este concepto del amor no es práctico frente al adicto. El adicto tratará de engañarnos una y otra vez, y nosotros debemos amarlo con responsabilidad e inteligencia. Amar no quiere decir dejarse engañar. Poner límites y mantenerlos con firmeza es la mejor manera de amar al hijo adicto.
Muchos padres siguen entendiendo que la adicción es un vicio, no una enfermedad. Y por eso se relacionan con su hijo adicto desde un paradigma moral: lo reprenden, humillan, castigan, comparan, ridiculizan… creen que de esta forma van a lograr hacerlo reaccionar. Pero las humillaciones lo único que logran es darle un motivo para que siga consumiendo.
Después de la fase de negación viene la aceptación. Pero cuando el joven comienza la terapia, en ocasiones la familia se vuelve exigente con él, hiperdemandante, incluso agresiva. Quieren desquitarse de todo el sufrimiento recibido y no perdonan ningún retroceso en el proceso de adicto.
No obstante, dentro del proceso del tratamiento el joven puede tener recaídas conductuales o en el consumo. Este hecho se puede aprovechar terapéuticamente por parte de los orientadores. No hay que desesperarse.
El adicto, en lo más profundo de su ser, se siente culpable por todo el sufrimiento que ha causado a su familia, por el dinero que les ha hecho perder, por haber desestabilizado el matrimonio de sus padres… por eso trata de provocar discusiones y dramas donde buscará que el otro, al sentirse ofendido, reaccione violentamente contra él. ¿Por qué? ¿Cree que debe pagar así el daño causado? No. El adicto es un hábil manipulador y aprovecha cualquier ocasión para descargar en los otros la culpa que siente. De esta forma podrá pensar: “¿Te das cuenta?, por eso me drogo, me emborracho, porque vosotros me tratáis mal, me controláis, no confiáis en mí, no me tenéis respeto”.
Si nos dejamos enredar por estas enormes broncas que el adicto busca una y otra vez, le permitimos que siga sintiéndose víctima, no responsable de su actos. En cambio, favorecer el aumento de su complejo de culpa, junto con otros factores, lo lleva poco a poco a reconocer que sí necesita ayuda y tratamiento.
Una buena forma para no entrar al trapo, es utilizar la técnica time-out (tiempo fuera), que consiste en no prestarle atención en el momento de la discusión y dejarlo hablando solo, aunque haya que abandonar el sitio donde él ha iniciado la provocación.
Hay padres que no mantienen consistencia en la actitud para rechazar la adicción. Unos días son permisivos con sus hijos y al día siguiente toman decisiones drásticas ante el mismo problema. Este doble mensaje va en contra de la recuperación de la persona. Los familiares deben formar un “bloque” y ser firmes, mantener una decisión drástica de que no quieren seguir conviviendo con la droga, el alcohol, el juego...
Guadalsalus cuenta en con un programa de carácter ambulatorio y un programa terapéutico en nuestro centro de ingreso con el único objetivo de lograr una superación definitiva de la conducta adictiva.
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