Si ya de por sí hemos crecido creando una asociación entre celebración y consumo, en estas fechas se refuerza dicho vínculo por motivos culturales y tradicionales; como comidas, vinos, brindis, cotillones, macro-botellones… Por decirlo de algún modo, está socialmente permitido excederse, por lo que se le resta importancia a emborracharse o drogarse dentro de estos encuentros lúdicos, así como a derrochar dinero en compras o apuestas. Total… ¡Es Navidad!
Culturalmente, son fechas más propicias para consumir alcohol o incluso drogas como la cocaína. Pedimos a los adolescentes que beban con moderación, con lo cual se les traslada cierta aprobación; incluso se les sirve un sorbito de champán a los niños para que brinden. De forma que hablamos de una conducta aprendida, aunque necesitar de agentes externos no sea la mejor forma de enseñar a celebrar nada.
A este recurso se le denomina minimizar. Las personas restan importancia a la realización de determinadas conductas y sus consecuencias. Una situación muy común la encontramos cuando en el control de tóxicos que detiene nuestro vehículo, incluso antes de las 12 del mediodía, se le dice al agente «es que vengo de tomar unas copas con los amigos». Porque también se da la tendencia a creer que los demás serán comprensivos con nosotros y nos entenderán.
Se transmite el mensaje de que todo está permitido y que los excesos pueden pasarse por alto. Estos mensajes son muy peligrosos para las personas adictas, que los usan como la excusa perfecta para recaer.
La Navidad es también una fecha de riesgo para personas con adicciones comportamentales. El aumento de las compras para las celebraciones y regalos navideños, las papeletas y loterías, el disponer de más tiempo en vacaciones para dedicarle a los videojuegos o redes sociales… Todo ello enciende las alarmas para los adictos o aquellas personas propensas a desarrollar una adicción comportamental:
El espíritu navideño, íntimo y familiar ha sufrido una transformación tan profunda que, lejos de la armonía y la paz, nos vemos socialmente arrastrados a cometer excesos, ante los cuales la sociedad es cada vez más permisiva. Cambiamos nuestros hábitos y abandonamos nuestras rutinas, sin ser conscientes de que todo ello puede desencadenar un consumo compulsivo que nos haga pagar las lamentables consecuencias de cualquier abuso.
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