Trauma y adicciones: explorando su conexión profunda

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Cuando hablamos de trauma y adicciones, el debate suele centrarse en si estas son una enfermedad o una elección. Desde nuestra experiencia en Guadalsalus, proponemos una perspectiva distinta: la adicción no es el problema en sí, sino un síntoma, una señal de alerta de un malestar más profundo que debe ser gestionado. Esta diferencia en el enfoque nos lleva a mirar más allá del consumo, explorando las raíces emocionales y psicológicas que empujan a una persona a buscar refugio en las sustancias o conductas adictivas.

Trauma y adicciones: una conexión que no siempre es evidente


El trauma es, muchas veces, el detonante oculto detrás de una adicción. Los estudios y nuestra práctica diaria confirman que experiencias dolorosas no resueltas pueden predisponer a una persona a desarrollar una dependencia. Estas heridas emocionales que a menudo comienzan en la infancia crean vacíos, inseguridades y mecanismos de afrontamiento disfuncionales que se convierten en terreno fértil para las adicciones.

Traumas comunes que llevan a las adicciones

  1. El abuso sexual: el abuso sexual, especialmente durante la infancia, genera un trauma profundo que puede alterar el desarrollo emocional y psicológico. Las personas que han sufrido abuso sexual tienen más probabilidades de experimentar síntomas de estrés postraumático (TEPT), ansiedad, depresión y baja autoestima, que a menudo conducen a las adicciones como una forma de automedicación para adormecer ese dolor con el uso de sustancias.
  2. El abandono infantil: el abandono infantil, ya sea físico o emocional, constituye un tipo de trauma que puede afectar significativamente el desarrollo psicológico y emocional de una persona. Este tipo de experiencia durante la infancia se asocia con un mayor riesgo de desarrollar problemas de adicción en la edad adulta debido a que genera heridas emocionales profundas (sentimientos de rechazo), problemas de autoestima, dificultad para regular emociones, estrés crónico o trauma que pueden impedir la formación de un apego seguro con las figuras parentales, lo que más adelante puede llevar a buscar compensaciones externas como las drogas o el alcohol.
  3. La desestructuración familiar: donde la falta de un entorno estable y amoroso genera inseguridad y falta de referentes. Las carencias emocionales y la ausencia de vínculos seguros llevan a buscar compensación en el consumo de sustancias como vía de escape. Además, la falta de modelos positivos y herramientas para gestionar emociones dificulta afrontar problemas de manera saludable.
  4. La convivencia con progenitores adictos: que normaliza ciertos comportamientos tóxicos y limita el desarrollo emocional saludable.


Estas experiencias son heridas no visibles, pero profundamente invalidantes, que predisponen al desarrollo de una adicción como mecanismo de supervivencia. La persona no busca la sustancia o conducta en sí, sino el alivio que estas proporcionan frente al dolor emocional. Sin embargo, el alivio es temporal y, al no resolver la causa subyacente, el ciclo adictivo se perpetúa. Puedes profundizar más sobre el origen y causas de las adicciones, entre lo que se encuentran las experiencias traumáticas.

En Guadalsalus trabajamos desde esta visión integral, entendiendo que la clave no es simplemente instaurar la abstinencia, sino abordar el trauma o la raíz emocional que alimenta la adicción. Así trabajamos en el abordaje de los traumas y las adicciones. Para ello, formamos constantemente a nuestros profesionales en técnicas como el EMDR (Desensibilización y Reprocesamiento por medio de Movimientos Oculares), considerado en la actualidad el mejor tratamiento para el Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT) debido a su efectividad en el tratamiento del trauma.

Solo al sanar esas heridas se puede romper el ciclo y construir un camino de verdadera recuperación. La adicción es solo el síntoma; el auténtico desafío es escuchar aquello de lo que nos está hablando.

Instituto MIA en La Voz del Sur

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